jueves, 25 de agosto de 2011

Recuerdos



Siempre nos quedan recuerdos imperturbables en nuestra memoria.




Miré por la ventana de mi habitación, observando como la luz del atardecer impregnaba todo el paisaje y daba una cálida despedida al día.
Era final de primavera y las flores se distinguían en todos los árboles del pueblo, dándole ese toque colorido que tanto le hace falta a un sitio algo abandonado.
-¡Iván, ven!
Volví la cara y dejé de apoyarme en la cornisa de la pequeña ventana para dirigirme hacia la cocina, desde donde me llamaba mi tía.
A paso ligero, llegué y, sin volverse, me habló.
-Iván, cariño, tienes que ir a comprar un par de cosas, ¿vale?
-Mmm… Dame la lista.
Mi tía alargó el brazo hacia un estante color verde crema y cogió una hoja arrancada de una libreta de bolsillo, a cuadritos, y me la pasó. Le eché un vistazo y apenas entendí la letra, pero ya me las apañaría para comprar las cosas.
Me despedí de ella dándole un beso en la mejilla y dejándola con una mirada algo triste. Sí, digo triste porque desde hace cinco años yo no soy el mismo.
Siempre he vivido en ciudad, era el típico chico que nunca había pisado el campo y que prefería el escandaloso ruido de los motores de los coches al de la tranquilidad del piar de los pájaros, por ejemplo. Pero, hace cinco años, cuando yo tenía catorce, mi padre falleció en un accidente aéreo, ya que por su trabajo tenía que desplazarse a varios lugares en determinadas fechas. Tuvo la mala suerte de que uno de esos viajes le costase la vida.
Por otro lado, mi madre, al enterarse de la noticia, sufrió una gran depresión. La apoyé todo lo que pude, pero al ver que ella apenas ponía de su parte, uno se acaba cansando y sintiendo impotente. Así que me mandó con su hermana, mi tía, al pueblo dónde vivía.
Y aquí estoy. Llevo cinco años separado de mi madre, la que vive en una residencia especializada para personas con algún tipo de padecimiento psicológico o nervioso y a la que casi ni veo, salvo por unas cuántas llamadas.
Pero eso no era del todo la causa por la que hacia cinco años no se dibujaba una verdadera sonrisa en mi cara...
Las calles del pueblo a esa hora empezaban a llenarse de gente. Las abuelas salían a la puerta a hablar con las vecinas, todas vestidas con batas azuladas o negras, los niños jugaban a cualquier cosa y los de mi edad estaban preparándose para salir de marcha.
Al final de una cuesta, paré. Posé mis manos en mis rodillas, descansando un poco el cuerpo. Siempre he admirado a la gente de pueblo por subir estas cuestas sin ningún esfuerzo. Yo aún no podía acostumbrarme.
Entré en la tienda que tenía en frente, adornada con un gran toldo verde con rayas blancas.
-¡Iván! Hacía mucho que no te veía, muchacho.-exclamó la dependienta, saliendo de detrás del mostrador para abrazarme. Con disimulo, me separé de ella lo antes posible.
-Yo también me alegro de verte, Elvira.
-¿Qué quieres, chico? ¿Aguacates, cereales o queso? A ver, sorpréndeme.-Una gran sonrisa adornó su rostro. Saqué mi lista e intenté leer lo que ponía.
-Puuues… Mi tía me ha escrito lo que quiere, pero no tengo ni idea de qué pone aquí…
-¡Trae pa’ cá!
Tomándose todo el tiempo del mundo, empezó a coger comestibles de las estanterías, del congelador que había al lado del mostrador color madera y del pequeño almacén, donde guardaba la comida más cara. Al cabo de unos minutos, la repisa de su mostrador estaba llena.
-Ea, aquí está todo, muchacho.
Le agradecí el esfuerzo y me marché en cuanto le pagué, no sin librarme de un sonoro beso en la mejilla por su parte.
A veces odiaba que la gente fuera tan apegada en los pueblos. Todos se conocían, todos cuchicheaban, todos quedaban con todos… La intimidad no existía.
“Igualito que en la ciudad…” pensé.
De vuelta a la casa de mi tía me entretuve mirando el cielo. Era anaranjado con suaves vetas amarillas y el Sol ya casi estaba escondido entre las colinas verdes del fondo, dando un aspecto mucho más hogareño de lo que era en realidad…


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-Tía, aquí está la compra.
Nadie me contestó. Extrañado, dejé las dos bolsas repletas de comida en el recibidor, puse las llaves en la cerradura por dentro y me descalcé.
Volví a llamar a mi tía, pero de nuevo no hubo respuesta. Habría salido a charlar con alguien o algo, no le di mayor importancia de la que tenía. Subí las escaleras de la casa hasta llegar a mi cuarto y me tendí en la cama, cerrando los ojos.
Notaba todavía el sol en mi rostro, calentándolo cada vez menos, y sonreí. Ese era el único momento del día en el que podía disfrutar. Coloqué mis brazos por detrás de mi cabeza y me removí un poco, buscando una postura más cómoda para dormirme aunque fuese solo un rato. Ya me despertaría mi tía cuando llegase…
-¡Ivááán!
Vaya, hombre, que oportuna ha sido. Resoplando, me levanté y dije un insulto por lo bajo.
-Ya he traído la compra.-grité desde arriba, mientras cerraba la puerta de mi habitación.-¿Dónde has est…?
Las palabras se me hicieron un nudo en mi garganta y no pude seguir hablando. Parpadeé una vez, por si era mentira lo que estaba viendo o acaso una alucinación. Incluso podía ser un sueño y que yo todavía estaba en mi cama, tumbado, con la luz del sol pegando en mi cara…
-Iván, ¿estás bien?
La voz preocupada de mi tía me advirtió que no, no era un sueño por más que lo desease. Abrí los ojos, fijando mi vista en la persona que estaba al lado de ella.
Estaba muy cambiado. Tenía otro corte de pelo, portaba unas gafas con una montura negra y rectangular, parecidas a las que había visto en alguna que otra revista que había comprado mi tía hacía poco, y vestía vaqueros y camiseta negra.
-Hola, Iván.
Su voz penetró en mi oído y se instaló en mi cerebro de nuevo. También le había cambiado. De haber pasado a una de adolescente con altibajos agudos y graves, ahora estaba perfectamente convertida en una voz neutra, suave pero, a la vez, algo grave. De hombre.
-Nico...
-Menos mal que te acuerdas de él.-saltó mi tía, interrumpiendo todos mis pensamientos.
-¿Q-qué haces… aquí?-conseguí decir, aún en las escaleras.
-Me he mudado, Iván.-Hizo una pausa, analizando mi expresión a través de sus lentes.-Me he mudado.


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La música estridente retumbaba en mis oídos sin cesar. La gente bailaba sin preocupaciones y todos se movían al compás de su pareja. Me llevé el vaso de vodka con lima a la boca, bebiendo un largo trago. Aún no me entraba en la cabeza que Nicolás estuviese en mi pueblo, aquí, en el mismo lugar que yo.
Sí, él era la otra parte de la historia. Por él hacia cinco años que no tenía una sonrisa verdadera, por él todas las noches me quedaba pensando en mi cama y, en ocasiones, también lloraba.
No hace falta decir que, cuando era mi compañero de clase, ambos nos atraíamos. No sabemos como empezó todo, ni por qué. La cosa es que, antes de darnos cuenta, nos veíamos a escondidas para darnos besos clandestinos, ocultos de todos. Los recreos pasaron a ser del patio al laboratorio, del cual robábamos la llave para que nadie nos molestase.
Cuando mi padre murió, él fue mi más grande apoyo. Sin nada a cambio, me consoló todos los días hasta que me fui. Tampoco se quejó al irme, solamente lo comprendió.
-¿No bailas?
Una chica rubia, alta y con un cuerpo bien definido se acercó a mí, sonriéndome como si de una loba en celo se tratase.
-No, gracias.
-Andaaa… No seas así.-Se acercó a mi oído, rozándome con sus labios al hablar.-Vamos a bailar…
Su proposición sonaba a todo menos a bailar. Bueno, no tenía nada que perder y era preferible a ser tachado como el soso del pueblo. Me bebí mi vaso de tubo de golpe y la cogí de la mano. Ella iba riéndose tras de mí y no paré hasta que estuvimos en mitad de la discoteca, dentro de toda la marabunta de gente. Comenzó pasándome los brazos por mi cuello y yo la agarré de su cintura. La canción no era precisamente para ser bailada así, pero a ella poco le importó. Restregó toda su boca por mi cuello, seguramente dejándome alguna que otra marca de carmín. Cogió mi culo con ganas, acercando mi entrepierna hacia la de ella, intentando despertarla, cosa que no le funcionaría.
Miré detrás de ella y, a escasos cinco metros de nosotros, me encontré con la mirada de Nico clavada en la mía. Estaba hablando con otros dos muchachos que ni se percataron de que él no les hacía caso.
Aprovechando la ocasión y sin dejar de mirarle, cogí la cara de la chica y la besé con toda la furia y el alcohol que se había acumulado en mi cuerpo. Quería que me viese divertirme, quería que viese que ya no me importaba… Quería sacarle alguna reacción de celos, de rabia. ¡Algo, por Dios!
Me separé de la rubia, que me miraba casi con los ojos en blanco. No me gustaría saber que se había tomado antes de bailar conmigo…
Volví a mirar al frente. Mi boca casi se cae al suelo al comprobar que estaba hablando tan tranquilamente con sus dos amigos, sin prestarme atención.
Frustrado, enfadado y exasperado, dejé a mi compañera de baile en la pista, quejándose porque me iba, y salí de la disco.
Serían las tres de la madrugada, pero la gente joven iba y venía por las callejuelas del pueblo, sin importarle la hora y solo las ganas de divertirse.
Aligeré el paso para llegar antes y así poder dormirme y estar tranquilo de una buena vez, pero cual fue mi sorpresa al encontrarme a ese asqueroso tío sentado en la puerta de mi casa.
-¿Cómo has llegado tú antes que yo aquí si no conoces el pueblo? ¿Eh? Da igual, no quiero saberlo.-Me dispuse a sacar las llaves del bolsillo de mis pantalones, pero Nico no me dejó abrir la puerta.-Déjame entrar.
-No quiero, Iván.-nos mantuvimos la mirada durante pocos segundos y, sin decir palabra, le insté a que hablase.-Necesitamos hablar.
-¿Hablar? Eso es lo que hacías tú con esos dos, ¿no? Se te veía muy entretenido, sí.-ironicé con todo el sarcasmo que encontré.
-Sí, mientras tú le comías la boca a la primera rubia que se te lanzaba en toda la noche.
-¡Tú no eres quién para decir eso!
-Sólo he dicho lo que he visto.-replicó.
-Ni siquiera me estabas mirando, idiota.-me solté de su agarre y conseguí abrir la puerta de la casa, pero antes de cerrarla en sus narices, ya lo tenía a mi lado.
-No me voy a ir hasta que hablemos.
-Pues siéntate, que te van a dar las uvas esperándome.
Antes de que subiese por las escaleras, Nicolás agarró mi brazo con fuerza, tirando de mi y acercándome a él.
-¿No deberías estar alegre de que esté aquí?-Le miré, sin cambiar la expresión de mi rostro, serio.-Tenemos diecinueve años y no nos hemos visto desde los catorce…
-¿Y qué? ¡Tú ni siquiera te quejaste cuando me fui! ¡Nada salió de tu boca! Sólo un “lo comprendo”. ¿Quién te crees que eres para venir ahora exigiendo algo que se acabó hace mucho?
-¿De verdad se ha acabado?-La distancia que nos separaba se eliminó. Por inercia, posé mis manos en su pecho.-Venga, dímelo.-susurró, casi labio contra labio.
Miré sus ojos, marrón oscuro, detrás de esas gafas que nunca me habían gustado. Me encantaba observar sus ojos sin nada de por medio.
Le empujé y dio contra la pared del recibidor, provocando un ruido sordo.
-¡Sí! ¡Todo se acabó hace cinco años! ¡Todo!
-No te creo.
-¿No?-mi tono de voz de elevaba poco a poco. Menos mal que mi tía también había salido a tomar algo con varias amigas, sino ahora me estaría cantando las cuarenta.
-Me estás mintiendo y lo sabes.
Estaba harto de él. De todo lo que me había hecho sufrir, de la forma en que se despidió aquella última vez, de su pasotismo. ¡Argh!
-¡Fóllame!
-¿Qué?
-¡Que me folles! ¡Venga!-moví mis brazos, en un claro gesto de reto.-Si dices que todavía sigue habiendo algo, demuéstramelo. ¡Vamos!
Sus ojos estaban confusos y sabía que lo había dejado sin palabras. Ni yo mismo me esperaba actuar de esa forma, pero cuando los nervios te controlan a ti, haces cosas que ni se te habrían pasado por la mente en circunstancias normales.
-Deberías haberlo dicho antes.
Atrapó mis labios con una ansiedad inesperada. Me besó con la furia guardada por años, con las ganas escondidas. Yo no tardé en responder su beso, explorando su boca con mi lengua y mordiéndole los labios. La pasión se desbordaba por cada poro de nuestra piel y el calor comenzaba a crecer.
-Vamos arriba.-le susurré y, cogidos de la mano, corrimos por las escaleras.
Entramos en mi habitación, aún con la ventana abierta, pero ahora era la luz de la luna la que daba claridad a la estancia.
Nos miramos por unos segundos en los que nos dijimos todo con la mirada, bajando esta a nuestros labios, entreabiertos y deseando alcanzar al contrario.
Ladeé la cabeza para que tuviese más acceso a mi cavidad y, sin darnos cuenta, caímos en mi cama, él encima de mí.
-No sabes cuánto he deseado esto, Iván.
Sonreí al escuchar eso. En esos momentos, era todo lo que necesitaba. Le cogí de la nuca y volví a besarle. Su boca descendió por mi mejilla, repartiendo suaves besos por ella y bajando a mi cuello. Mordí mi labio. Aún no podía creer lo que estaba ocurriendo.
Un inesperado gemido salió de mi garganta cuando sentí como su cadera se movía encima de la mía, apretando mi miembro en un dulce vaivén que me hizo poner los ojos en blanco. Noté su sexo y le acompañé, restregándonos ambos, necesitados el uno del otro.
Una de sus manos paseó por mi costado, haciéndome leves cosquillas, y empezó a desabrochar mi pantalón vaquero. Mientras, nuestras miradas estaban conectadas y una sonrisa pícara se formó en su rostro. Acto seguido, le quité las gafas que tan poco me gustaban y me adentré en sus oscuros ojos, los cuales estaban encendidos por el deseo. Cuando terminó de desabrochar mi vaquero, le subí la camiseta por los brazos, quitándosela. Él hizo lo mismo con la mía, dejándolas tiradas al lado de la cama, una encima de otra.
Seguimos besándonos durante un buen rato, sintiendo la desnudez de nuestros torsos pegados y empezando a notar el calor que emanaba de nosotros mismos. La excitación era más que evidente en nuestros pantalones y Nicolás no tardó en dejar mis labios para querer sustituirlos por otra cosa…
Bajó por mi pecho, dando pequeñas lamidas a mis pezones y poniéndolos erizados. Los mordió suavemente, succionando un poco y siguió marcando un camino de besos hasta mi pelvis, la cual delineó con toda su lengua antes de deshacerse de mis vaqueros favoritos.
Dejó al descubierto mis calzoncillos y, con lentitud, acarició mi miembro por encima de ellos, haciéndose desear como nunca antes. Yo moví mis caderas hacia arriba, en una callada súplica de querer más, pero él no desistió. Acercó su rostro a mi sexo y, con sus labios, lo recorrió, aún tapado por la fina tela. Casi se asomaba mi glande por el empezar del calzoncillo, pero Nico ni le prestó atención. En ese momento creí que me partiría el labio de tanto mordérmelo.
Por fin bajó la tela y lo dejó al aire. No tardó ni un segundo en devorarlo, ansioso por degustarlo. Puse una mano en su cabeza, agarrando mechones de su pelo entre mis dedos, y cerré los ojos con fuerza, respirando entrecortadamente.
Nicolás hacía movimientos constantes, sacándose mi miembro y volviéndolo a meter entero en su boca, llegando hasta mi base y poniéndome todos los vellos del cuerpo de punta. Después, lo sacó y dio cortas lamidas en mi glande, como si se tratase del mayor y más sabroso caramelo que jamás hubiese degustado. Miré como lo hacía y mi excitación creció aún más. Veía como se follaba a mi pene con los ojos cerrados. No creo que olvidase nunca esa imagen…
Antes de que pudiese correrme, lamió mi miembro desde la base hasta la punta, cogiendo a la par mis huevos. Los acariciaba cuando iba por mi base y los apretaba cuando lamía mi punta, dándole de regalo un pequeño mordisquito en ésta.
-Nico, v-voy a…
No terminé de decir la frase cuando mi boca se vio inundada por su lengua, llena de mi líquido preseminal. Degusté como sabía y disfruté de la fiereza de ese beso. Cuando se separó, tenía la boca roja, algo hinchada y los labio entreabiertos. La mirada fija en mí, con las pupilas dilatadas y el pelo negro lo tenía despeinado, alborotado. Me entraron ganas de acariciárselo, de besarle con lentitud en la mejilla y de abrazarle como hacía mucho que no hacía…


Mi cara dio contra la almohada. Eso era lo que menos me esperaba en ese instante. Noté su mano en el cabello de mi nuca, aprisionándome e impidiendo que me moviese.
-¡Nico!
-Shh…
Estaba a cuatro patas sobre la cama y Nicolás me había girado sin apenas percatarme de ello. Se tumbó sobre mí, chocando mi espalda con su torso tonificado y moreno. Se inclinó y mordió mi lóbulo, agarrándolo con sus dientes y haciéndome estremecer. Seguidamente, fue descendiendo por mi espalda, arañando con sus cortas uñas el sitio donde se encontraba mi columna vertebral, lo que provocó que me arquease como un gato. Cuando llegó a mi culo, cogió mis cachetes y los mordió con saña para luego dar besos en la zona dolorida y algo roja. Estos besos se volvieron cada vez más húmedos hasta llegar a mi ano. Travieso, paseó uno de sus dedos por la linde de éste, sin apenas tocarlo y hacerme rabiar de deseo. Chirrié los dientes cuando sentí como penetraba el primer dedo en mí. Me tranquilizó diciéndome que me relajase y que tendiese mi cabeza en la almohada.
Sinceramente, lo había hecho con chicas, pero nunca con chicos… Parecía que le tenía ese espacio únicamente reservado a Nico.
Metió un segundo y una leve incomodidad se apoderó dentro de mí. Como él veía que, tarde o temprano me iba a quejar, pasó al siguiente plan. Llevó su boca a mi ano y lo bañó entero de su saliva, haciendo funcionar su lengua mucho mejor de lo que hubiese esperado. Puse los ojos en blanco en un determinado punto, en el cual mis gemidos ya no podían ser callados y agarraba con fuerza la colcha de mi cama. Mi respiración estaba muy agitada, tanto que parecía que hiperventilaba, y Nicolás seguía.
-Para o… Aah… Voy a correrme…
Paró en el acto. Lo que él no quería era que se acabase la diversión tan pronto. Con más facilidad, metió un tercer dedo y los movió dentro de mí. Esta vez si era más placentero. Cuando creyó que ya estaba preparado, los sacó, dejándome en ascuas.
Resoplé, pensando que a este hombre le gustaba dejarme con las ganas y en el punto para culminar.
-Relájate, Iván…
-Ya estoy relaj… ¡Aah!
De una estocada, me atravesó entero. Su miembro ardía en mi interior y mis paredes vírgenes lo apresaban, otorgándole un cálido placer que yo, ahora mismo, no sentía ni por asomo.
-Nico…-casi sollocé. No era normal que hubiese sido tan poco cuidadoso conmigo.
-Lo siento, lo siento… Iván…
Dejó unos instantes para que me acostumbrase, pero el culo me ardía lo que no estaba escrito. Casi aullé cuando volvió a moverse dentro de mí, sintiendo como volvía a penetrarme. Me incorporé un poco y alcancé el cabecero de la cama, que era algo más sólido y firme que estar agarrando sábanas y colcha. Al menos así podía amortiguar un poco el dolor.
Tres estocadas más siguieron a la primera y yo cada vez tenía más ganas de que parase. Nicolás se dio cuenta y lo hizo. Llevó su mano a mi miembro, flácido ahora, y me comenzó a masturbar con firmeza. Sus movimientos constantes me empezaron a gustar y, poco a poco, recobré la excitación perdida, aún con su pene dentro de mi culo.
-Ahora sí…-susurró Nicolás.
Sin dejar de masturbarme, siguió penetrándome con algo más de lentitud. El placer se hizo dueño de mi cuerpo y ya no noté como me dolía nada, sólo me concentraba en las caricias en mi sexo. Él sabía que puntos tocar para que llegase al cielo, como pasar el dedo pulgar por la punta suavemente.
De esta forma, su respiración también aumentó de ritmo. Ambas, la suya y la mía, iban descompasadas, llenando la habitación de gemidos y sonidos húmedos. A veces también se escuchaban nuestros nombres susurrados por el contrario.
Agarré fuertemente mis manos al cabecero cuando estaba a punto de venirme. Y lo hice. Llené la mano de Nico con mi esencia blanquecina y, al contraerme, hice que él también se corriese dentro de mí, explotando.
Respirando agitadamente, cayó sobre mi espalda y yo sobre la cama, pues los brazos me temblaron y no pude aguantar por el orgasmo que acababa de tener. Nico llevó sus manos a mis hombros y noté que sonreía en mi espalda, dándome un beso corto en ella.
Yo también sonreí, sintiéndome a gusto por primera vez en cinco años.
Salió de mí y se tumbó a mi lado, pasándome un brazo por debajo de mi cabeza, ejerciendo de almohada. El otro lo posó en mi cintura, acercándome a él.
-Mañana creo que no vas a poder andar…
-Cállate.
Un beso húmedo silenció todo tipo de conversación, venciéndonos poco a poco en un sueño del cual no tenía ganas de despertar.



7 comentarios:

  1. sinceramente...............ME ENCANTA!!!! =D

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  2. Muchas gracias por comentarlo! Me alegro de que te haya encantado ^^

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  3. nee simplemente, eres increible!! me encanta sin palabras (L)

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  4. *-* Muchas gracias, Luis!! Sabía que te gustaría, jajaja (L)

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  5. ¡¡MAGNIFICO!! No hay otra palabra para describirlo.

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  6. Muchas gracias por comentar, Neko-chan! Me alegra mucho que califiques mi relato con esa palabra! =)

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  7. aaaburriiidooooo x poco y me duermo

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