martes, 23 de agosto de 2011

Calor.

La misma historia cada verano. Siempre igual. El sol abrasaba de manera devastadora y hasta las cosas más pequeñas, como las flores, recibían sus consecuencias.
Lo odiaba. Ésta era la peor época del año. Tanto calor hacía que mis músculos se entumecían y mi cuerpo iba más lento, volviéndome perezoso.
Me miré al espejo, intentando sonreír. Necesitaba hacerlo, pues ese era mi trabajo. Sonreír, cantar y aceptar las malas críticas. Todo en uno, como si fuese un pack de cualquier supermercado. Si de esos tres conceptos alguno te fallaba, estabas perdido en este mundo. Ahora mismo estaba solo en mi camerino, en el cual solo había lo básico: Un espejo mediano y otro de cuerpo entero, una pequeña mesa de salita, un sofá de dos plazas y algún que otro tentempié tirado por los suelos. No suelo pedir demasiado, no como otras estrellas que creen que solo por haber tenido suerte se aprovechan de los demás, abusando de ellos y tratándolos como si fuesen esclavos. Es algo que no puedo soportar.
Y, justamente, por esa razón, apenas tenía amigos. No es fácil que te juzguen a través de tu apariencia y de lo que dicen los demás, yo soy la viva prueba de ello.
Espolvoreé un poco mi cara, me puse algo de vaselina en mis labios y terminé de vestirme, ya que ahora tenía una entrevista en un famoso programa de televisión. Me puse unos vaqueros oscuros y ajustados, de talle bajo, una camisa blanca con varios botones desabrochados y un cinturón negro, para finalizar calzándome unos zapatos también del mismo color. Adorné mi imagen con varias pulseras de tela oscuras y pasé mis manos por mi pelo, despeinándolo y dándole ese toque informal que volvía locas a todas las tías de la audiencia.
De repente, oí como la puerta de mi camerino se abría, dejando entrar a un muchacho apurado. La cerró y se apoyó contra ella, sin abrir los ojos y con la respiración algo agitada. Le miré, con una ceja alzada. No era nada más y nada menos que mi compañero de trabajo, al que odiaba con todas mis fuerzas.
Se llamaba Adrián y, aunque ya no era un crío, su apariencia dictaba lo contrario. Tenía una corta melena rubia a juego con unos ojos negros muy penetrantes. Aunque poseía hombros anchos y no estaba demasiado delgado, no se le podía llamar musculitos.
¿Por qué le odiaba? Porque, además de que era un plagiador demasiado competente hacia mi persona, se comportaba como si fuese el rey del mundo. Como antes he dicho, odio a esas personas que se creen superiores. Bien, Adrián era uno de ellos.
-¿Se puede saber qué cojones haces aquí?-Fui todo lo amable que pude ser, tratándose de él.
No me contestó. Abrió los ojos y mantuvo su mirada fija en la mía, en un claro acto de desafío.
-¿Qué pasa? ¿No puedo estar aquí?
-Pues, sinceramente, no me apetece que andes cerca de mí.-Me acerqué algo más a él.-Me es… desagradable.-Susurré arrastrando todo lo que pude las palabras y dándome la vuelta, quedando otra vez frente al espejo.
Le veía por el reflejo del cristal. Para que vamos a mentir, hoy venía especialmente guapo. Al principio, había ido detrás de él, lo admito aunque me cueste horrores. Pero cuando vi como era, todo el atractivo que había tenido se convirtió en desprecio. Vestía unos pantalones ajustados blanco y una camiseta de tirantes anchos negra. Las converse eran negras también, dándole ese aspecto juvenil que tanto le gustaba proyectar a los demás.
Sonrió, agachando la cabeza y moviéndola de un lado a otro, como si se riese de algo que yo hubiese dicho y, lentamente, fue acercándose a mi.
No quise moverme, no tenía por qué. Se posicionó a mi lado y me miró a través del espejo, sin dejar de dibujar esa sonrisa en su boca.
Si hubiese sabido que vendría después, hubiese salido corriendo o le hubiese dado una paliza, pero, por desgracia, mis dotes de vidente aún no están demasiado avanzadas…
-¿No crees que hace demasiado calor aquí dentro?-dijo a la vez que sacudía su camiseta negra.
-¿Y tú no crees que esa es una excusa de críos para entrar a alguien?
La carcajada que salió de sus labios no me la esperaba.
-Sí, tienes toda la razón del mundo.
-Lárgate, no tengo ganas de hablar contigo, bastante tengo con verte por los pasillos…
-Sí, claro que sí...
Ahora sí que alcé todo lo que pude mi ceja. ¿De qué iba este hombre? ¿Creía que por ser guapo, joven y meterse en mi camerino con ganas de follar iba a conseguirme?
Bueno, pues podía ser que así fuera.
Su boca capturó la mía antes de que pudiese reaccionar. Sentí su lengua recorriendo mi labio inferior, como luego lo capturó con sus dientes suavemente y por último me dio un corto beso, para separarse y mirarme a los ojos con las pupilas dilatadas por el deseo.
Podría haberle empujado, haberle echado y haberle gritado e insultado… Pero hacía mucho tiempo que lo deseaba en mi fuero interno.
Ahora empecé yo el beso, atrayéndole hacia mi, cogiéndole de la nuca. Nuestros labios se fusionaron a la vez y nuestras lenguas se enzarparon en una ardua lucha de pasión en la que alguno de los dos debía ganar, tenía que ganar. Posó sus manos en mi cintura y me abrazó, haciéndome sentir todo su miembro en mi muslo. Yo sentía el mío latir de igual forma.
Corté el beso y antes de que dijese cualquier palabra, empotré su cuerpo en la pared más cercana. Adrián no se quejó de mi brusquedad, al contrario, mordió mi labio con fuerza y me desabrochó con ganas cada uno de los botones de mi camisa. Cuando me la quitó, miró mi torso de arriba abajo, devorándolo con la mirada. No quise hacerme esperar y cogí sus manos, instándole a tocarme. Mientras él comenzaba a palpar mis hombros y a descender sus caricias, yo me entretuve en su lampiño cuello imberbe. Lo marqué con ansiados besos, suaves lamidas y pequeños mordiscos que le hacían suspirar y gemir tan quedamente que sino hubiese estado cerca de él ni los habría escuchado.
Adrián no tardó en tocar mis tonificados abdominales y pasear la palma de su mano por mi bajo vientre, notando el suave y casi invisible bello que marcaba el camino desde mi ombligo a mi entrepierna. Con parsimonia, tiró de mi correa negra recién puesta, dejando mis pantalones sueltos.
Le mordí con vehemencia en el hombro, dándole a entender que quería algo más de marcha. Levantó con una mano mi barbilla y me besó como nunca antes me habían besado. El término “comer la boca” se quedó corto para lo que Adrián hizo con la mía. La devoró, aprisionó mi lengua con la suya, succionó y mordió todo aquello que encontró a su paso.
Mi erección crecía por momentos y me pedía a gritos que la liberara de aquel ajustado pantalón. Llevé su otra mano a mi polla, haciendo que la acariciase de arriba abajo con movimientos constantes, aunque todavía por encima del pantalón.
-Dios mío… Que impaciente eres…-consiguió decir entre beso y beso.
-Da gracias a que todavía tienes la ropa.
Tras decir eso, desgarré su camiseta negra y bajé por su cuello, describiendo un camino de besos hasta sus pezones, los cuales lamí con demasiada ansia.
Calor. El calor se volvía insoportable por momentos. Estaba en todos lados: en mi entrepierna, en la suya, en mi cara sonrojada, en la suya, en mi pecho, en el suyo…
Le oí gemir cuando paré en su ombligo, llenándolo con mi lengua mientras le miraba de forma traviesa. Echó su cabeza hacia atrás y me agarró del pelo, diciendo sin palabras que siguiese con mi trabajo. Y claro que iba a seguir…
Me puse de rodillas frente aquella parte que todavía estaba sin descubrir de su cuerpo y, lentamente, bajé la cremallera de sus pantalones blancos. Abrí su bragueta y comprobé que sus calzoncillos eran slips del mismo color que sus pantalones, lo que me hizo reír.
-Ya veo que el blanco es tu favorito, ¿no?
Gruñó, insatisfecho. Entendí que lo menos quería ahora era mantener una conversación.
Por encima del slip se vislumbraba el glande de su miembro, ya resbaladizo y pendiente de atención.
Lo cogí con firmeza y empecé dándole pequeñas lamidas a la punta, sin dejar de mirar a Adrián, el cual se mordía el labio también con la mirada puesta en mí.
Poco a poco, fui introduciéndolo en mi boca, tratando de abarcarlo por completo. Notaba sus venas hinchadas y moví mi lengua, dando especial atención a su glande. Poco después, lo saqué de mi boca y conseguí como respuesta un tirón de pelo hacia arriba.
-Levántate.
Esa voz grave e imperativa hizo que mojase mis pantalones y, antes de que gimiese, tenía a Adrián encima de mí en el sofá, sobándome el culo sin pudor e intentando introducir sus manos en mi pantalón. Sus labios apresaron los míos y tiraba de mi pelo a veces, incrementando mi excitación.
Intenté darle la vuelta a la situación, ponerle boca abajo en el sofá y agarrar sus manos por encima de su cabeza, dejándole a mi completa merced. Pero la cosa no tuvo resultado.
-No voy a dejar que seas tú el que mande.
-Eres un idiota.
-Sí, un gran idiota…
A la vez que me besaba, pellizcaba mis pequeños pezones, haciéndome quejarme y gemir de frustración. Le mordí el labio y él se separó, llevándose una mano a la zona mordida.
-Me has hecho sangre…
-Baja.
-Lámeme.
Atrapé su labio inferior, lamiéndolo por todas partes hasta que noté el sabor característico del hierro y empecé a succionar un poco en esa parte, quitando cualquier pequeño resto de sangre que yo mismo le había provocado.
-Ahora sí…
Bajó. Y bajó. Y por fin llegó hasta mi pantalón medio desabrochado. Me lo quitó con tantas ganas que ni siquiera me percaté de ello cuando lo vi tirado a un lado del sofá, junto a la otra ropa.
No se hizo desear y sacó mi miembro, bastante erecto, de mis boxers. La recorrió con toda su lengua, desde la punta hasta la base, creando un escalofrío por toda mi columna vertebral.
Encorvé la espalda, sabiendo que poco faltaba para que la boca de Adrián se llenase con mi esencia.
-A-Adrián…
No se apartó, sino que se tragó todo lo que expulsé, todo aquel líquido blanco y tuve que morderme el labio para no gemir cuando vi su nuez moviéndose a la vez que se lo tragaba.
-¡Empezamos en cinco minutos!
Ambos miramos hacia la puerta, de donde provenía la voz, aunque por suerte era el organizador que estaba avisando desde el pasillo. Suspiré, aliviado, pero Adrián se incorporó, empezando a abrocharse el pantalón y a recoger su camiseta destrozada.
-¿Dónde vas…?
-Dentro de cinco minutos tú y yo tenemos que salir en televisión.
-¿Y?
Sonrió con suficiencia y se dio la vuelta, abriendo la puerta de mi camerino y yéndose por donde había venido.
Calor, todavía hacia mucho calor.
No me lo podía creer. Me levanté, ofuscado y muy, muy enfadado. Recogí la ropa y volví a vestirme resoplando. No, esto no se iba a quedar así.

5 comentarios:

  1. Vale, decirte que tras leerlo tengo ahora mismo unas calores impresionantes, jajaja. Me encanta tu forma de escribir Kininee, excepto por las palabras obscenas, que creo que solo ha habido una, la de: polla. Hubiera preferido algo como miembro, sexo, o entrepierna, ya que esas palabras tan bastas a mi en especial me cortan el rollo. Pero por lo demás genial, la verdad. Y la escena de que trabajan en la television tambien me ha gustado, muy original sí.

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  2. Muy bien las descripciones, aunque un poco escasas en los momentos más importantes. Te pasas más de medio relato contando como se besan, se muerden la boca, se dan besos en el cuello, etc... Pero cuando por fin le va a comer la polla, resulta que se corre enseguida... Un poco frustrante no? Por lo que veo, quereis que todos los relatos tengan continuación y por eso estais dejando los finales abiertos. Yo creo que es más fácil que la peña os lea si los relatos empiezan y acaban, es decir, no continuan, porque si alguien se pierde alguno, no sabrá de qué va la historia.

    P.D: Hay algunas palabras inventadas!!!! Pasadle un corrector al texto antes de publicarlo!

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  3. Gracias por el comentario, Miguel.
    Primero y antes de nada, es cierto que me he concentrado más en las descripciones de algunas cosas que otras, pero lo tendré en cuenta para próximos relatos, tranquilo. Y, la verdad, mi intención no era darle continuación al relato (aunque puede que me lo plantée si se me ocurre alguna idea ingeniosa) y, es más, para los próximos que quiero hacer no pienso dejar finales abiertos, porque es algo que a mi misma no me termina de gustar.
    ¿¿¿Qué palabras hay inventadas, Dios mio??? Ays, voy a echarle una ojeada ahora o algo, a ver que se me ha pasado por ahí.

    Y gracias por darme una crítica constructiva, siempre se agradecen!

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  4. Kininee m gusta tu historia debes seguir escribiendo muy bien me gustaa muchos animos =)

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  5. Muy bueno el tema odio-atracción. Sexo en un camerino al que en cualquier momento puede entrar alguien y sorprenderlos...Me gusta mucho como está escrito, las descripciones son muy buenas de principio a fin. Espero que sigas con más relatos.
    Saludos

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